1.6.09

A quien corresponda.

A quien corresponda.

De antemano debí intuir o pensar que mucho de lo que se habló era pura mierda, de esas palabras que salen porque el momento supera la realidad y uno se vuelve cursi o romántico y dice cosas que suenan bonito y como suenan bonito, pues que nos vamos a poner a pasarlas por polígrafo, cerramos los ojos y nos tragamos todo entero. Al menos yo. Y eso que después de ciertos personajes cuasi históricos en mi vida, aprendí algunas mañas. Pero me aburre poner esas mañas en práctica o andar sospechando o usar la lógica de “todos son cortados con la misma tijera”, pero debería al menos, dar el beneficio de duda y no comerme todo el cuento, que mi pose escéptica no sea solo una pose. Dejar que el bla bla bla llegue, pero bien puede irse tal como llegó y no guardar nada en mi imaginario y “todo bien” como dicen casi todos. Frase que logró en algún momento de mi vida, sacarme de casillas. ¿Acaso no hay nada mejor que decir cuando se acaba una relación? Acaso no es mejor dejar de ser políticamente correctos y decir, no, NADA BIEN, pero de esto no nos vamos a morir, así que seguramente el día de mañana si será todo bien, pero hoy no, hoy no lo es porque estamos mandando todo a la mierda, y eso duele, le duele al corazón, a veces solo le duele al ego, o simplemente no es tan fácil dejar ir. Me cago en el “todo bien” y lo que quieren hacer callar con eso. Y si sueno un poco emputada, culpen a la pinche migraña que me acompaña hoy, y porque de vez en cuando es bueno sacarse toda la mierda así no venga al caso. Tal vez sea más terapéutico que el sevedol que ya me tomé y que no ha logrado quitármela hasta el momento.

Además es extraño como la lógica de las cosas hacen que uno tenga que comportarse de tal forma porque simplemente se está en desventaja. En desventaja en teoría, porque como has empezado las cosas mal, entonces es como si uno perdiera todo derecho al menos a decir lo que se siente, a protestar de vez en cuando, a no estar de acuerdo con ciertas cosas y sobretodo a que le crean. En otras palabras, como soy un lobo y me he comido a varios corderos, no puedo venirme con el cuento que tengo mi corazoncito y que ciertas cosas me entristecen. Ah no, lobo feroz al fin y al cabo y en ese tipo de historias no hay matices. Hay roles para todos pero bien definidos: el mentiroso, el engañado, la víctima, el victimario (espero que haya escogido el suyo como mejor le parezca y le complazca, claro está). Y colorín colorado, no hay términos medios.

Pues este Loba Feroz declara que sus dientes afilados no son solo herramientas de trabajo, también hacen parte de una sonrisa no siempre maliciosa y malintencionada; que si bien no prometió ni dibujó futuro alguno y solo pudo ser un hoyo negro, habló con sinceridad o al menos intentó hacerlo y que la historia que construyó alrededor si bien tenía ese final tan esperado, jamás fue insensiblemente planificado; que no es tan monstruoso estar confundido (suele pasar, incluso a los de su naturaleza ya verá) y que lamenta profundamente haber empezado algo. Declara además sentirse completamente estúpida al pensar que podía ser amiga del caperucito rojo, y haberle confesado muchas cosas en la casa de su abuelita, como si en verdad aparte del caos y la sombra, existiera una fraternidad real, fraternidad desbaratada en una frase seca pero que seguro le alivió el corazón.

La próxima vez, no hay necesidad de invitarme a Lisboa. Ni mía de no ver lo que hay detrás de eso.

Nos esfumamos. Me esfumo.

Una loba cualquiera.

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