27.7.10

Des-atras-o

Pobrecito. Cayó en desgracia. Víctima inocente de los cambios y sus posteriores asentamientos. El blog olvidado, al que le doy excusas baratas..... El tiempo, es que no alcanza..... Y los dos sabemos en el fondo que no se trata realmente de eso. No se trata tampoco de que no esté sucediendo nada, eso jamás ha sido excusa para no hablar de cualquier cosa, aunque lo confieso, una chica-drama como yo, le saca provecho a los tsunamis emocionales, literariamente hablando, pero estoy dejando pasar uno que otro, porque no estoy de ánimo, porque estoy pensando en otra cosa, porque antes de complicarme la vida, abro un libro y me pongo a leer. Y es así, como este lugar se ha empolvado de silencio y yo mientras tanto, me estoy inundando en palabras de otros. Un delicioso reencuentro con la lectura. Ahora leyendo "Los suicidas del fin del mundo", una de esas recomendaciones de alguien por ahí, al que le creo sin duda cualquier recomendación que pueda hacerme respecto a libros y no sé bien por qué. Y antes, obsesionada con un neurólogo escritor llamado Oliver Sacks y sus casos de pacientes. Obsesionada literalmente con esas posibilidades extrañas de "enfermedades y síndromes", con las lobotomías y las amnesias, con el autismo y los lóbulos frontales, con todo lo que parece tan azaroso pero a la vez complejo en el cerebro. Obsesionada como si alguna vez hubiera deseado ser médica, pero eso jamás fue así.

Y bueno, acostumbrándome a mis restricciones "internéticas" y a mi exilio del chat. Es curioso, no ha sido tan terrible como lo imaginé en un principio. Obvio que me hace falta y que si tuviera la libertad para escoger, diría, QUIERO ACCESO A TODO. Pero han pasado cosas que no me esperaba. No tengo ansiedad por conectarme en la noche y cuando me conecto al chat, siento que son muy pocos con los que quisiera hablar y no siempre están ahí, de resto, veo una extensa lista que me da casi lo mismo, así que me aburro casi inmediatamente y me salgo de ahí. Lo otro, es que con este exilio, me doy cuenta lo condicionada que están las relaciones a la virtualidad. Como que uno desaparece de ahí y se da cuenta que es como si uno desapareciera también de la “vida real”. Me desconecto y dejo de saber de muchas personas, de que existen, todo se cierra y en mis días, no todos están ahí. Entonces si quiero saber de alguien, sé que debo llamar, conversar un rato, cuadrar algo para vernos. Ya soy consciente de eso, pero no lo he hecho mucho la verdad. Ando por una de esas fases en las que soy alguien huraña pero tranquila. Tomando un poco de tiempo para mi y mis vagabunderías, entre esas, intentando ir al gimnasio, un evento nunca antes visto en mi ya no tan escasa vida. Aprovechando que es gratis, que está al frente de mi trabajo y que este cuerpo tieso y fofo, seguro lo agradecerá una vez supere el cuento de la pereza. Así que llevo tres semanas, dos yendo juiciosa y la pasada que no fui (lo reconozco). El instructor se burla de mi equilibrio, de mi fuerza, de mi estado físico, no soy buena haciendo trucos con esas pelotas enormes, pero me divierto una vez me he quejado lo suficiente.

Y lo otro para lo que parece que ha servido estos nuevos cambios, es para soltar más fácil ciertos afectos. En particular, dos. Personajes que por cosas con nombre propio o eventos particulares, no pueden estar en mi vida y mucho menos yo en la de ellos, y pensé que iba a ser difícil dejarlos ir, es que yo me conozco y sé como me apego a las cosas, y como defiendo algunos absurdos, porque puedo ser descaradamente emocional. Pero no, esta vez ha sido diferente, incluso teniendo que entenderlo a las buenas o a las malas, pero una vez se hace insoportable o aburrida la situación, abandonarla no ha sido tan dramático como mi imaginario me lo pintaba. Y eso, ha sido un alivio la verdad. No tener que extrañar mucho, poder decir tranquilamente bueno, hasta aquí fue, estuvo bonito, pero ya, no enredarse más, desear buen viaje y tener la posibilidad de haber sido muy sincera a la hora de la despedida. Pero lo más irónico, es que mientras todo eso sigue desapareciendo, otras cosas reaparecen. En especial una, la innombrable, la que se llamo "muerta después de la guerra" y a la que yo le seguí el juego de muertita porque no podía lidiar con su aliento destructivo de aquel entonces. Reaparece después de mucho, como un hilo extremadamente frágil si es sometido a la cotidianidad, pero extrañamente fuerte en el lugar imaginario que le hemos creado para que pueda existir. No se si sea buena idea, si termine siendo un tsunami emocional de los que hablaba al principio, pero me guío por mi intuición........ una vez más la falsa Alicia sigue al conejo blanco quien sabe a donde, no tanto por curiosidad, sino por sentir que la historia así lo exige.

*Ilustración de Emma Kidd.