31.10.12

D I E Z (retomando la historia de Camilo)


Al mismo tiempo que Camilo dibujaba su ñeque, Sofía acariciaba a su perro mientras tomaban el sol sobre la alfombra de la sala.  En los últimos seis mes, Yago había envejecido como nunca antes en sus 13 años de vida.  No eran solo sus canas que trepaban por el hocico, las patas, las orejas y la cola… tampoco el lento caminar que lo acompañaba.  Era algo más allá, algo en su cabeza, que lo llevaba a ladrar en las noches a puntos perdidos y a moverse en círculos por ciertos lapsos de tiempo… era algo en su mirada que a Sofía se le escapaba.

Después de una sesión de caricias, venía la lectura del día.  Esa mañana Sofía decidió continuar leyéndole “El maestro y Margarita”, Yago a su vez comenzó a revolcarse patas arriba.

Ese era el “statu quo” de la vida de Sofía y a ella parecía hacerla feliz.