3.
Salió a
caminar. Le gustaba deslizarse entre las
calles enmarañadas de la loma en que vivía.
Y aunque siempre podía ver los cerros para orientarse si se perdía, a Camilo
le gustaba imaginarse que estaba en un laberinto. Mientras daba vueltas en él, hacía un
inventario visual de los árboles que veía.
Ya había aprendido a clasificarlos según el tipo de hoja, que si eran
compuestas o elípticas, palmeadas o acorazonadas (de sus favoritos),
lanceoladas, ovales o coníferas.
Reconocía fácilmente alrededor de 20 especies, de las cuales podía
llamar solo a 12 por su nombre científico, a las 8 restantes las llamaba entre
su nombre común y corriente. A eso de las 11, se encontró con uno de sus
favoritos, el juglans neotrópica diels o nogal como lo llama frente a Juana
para no confundirla. Siempre que se
topaba con unos de esos, esperaba encontrarse a un ñeque buscando comida a su
alrededor, pero esta vez al igual que las otras veces ningún ñeque apareció, en
vez de eso Camilo descubrió un pequeño papel rojo clavado en el tronco. Al acercarse pudo leer claramente:
“Los que esperan tienen su
premio”.
5 comentarios:
Me gusta mucho la historia de Camilo. La estoy siguiendo con mucho juicio. Está muy buena.
Saludos.
La historia de Camilo hasta ahora solo tiene un pedacito más y luego no sé que iré a hacer con ella, supongo que no aparecerá tan seguido y tomará un nuevo ritmo. Pero gracias por seguirlo. Él seguro estará encantado.
Saludos de regreso!
Queremos una novela. Dale rienda suelta a la ficción.
Gracias querida!
De nada querido!
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