De mis múltiples voces, tengo una kamikaze que me traiciona a menudo. Es obvio de donde proviene. De un lado rancio y poco práctico del corazón, porque mi mente que se las juega mejor, sabe que si no tiene un buen caso entre manos, advierte inmediatamente que no podemos ir a juicio así. Si, se las sabe mejor, pero curiosamente, es el corazón el que termina adjudicándose todo poder de decisión. Y llego ahí entonces, sin poder jurar que nada de lo que creo es cierto, porque parto de impresiones y frases sueltas, que yo que soy la única testigo estaba en un estado entre dormida y despierta y solo eso, ya genera una duda implícita sobre la veracidad de los hechos. Y si, admito lo ridículo de mi posición y me retracto pero hablo de la intuición. Y vamos, que nadie cree ahora en la intuición. Así que el resultado es evidente, termino trasquilada, un poco avergonzada de mi irracionalidad, y claro, no puedo bajarme el título de paranoica durante un buen rato.
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