26.3.10

A Sócrates, el conejo.

Aunque llevo ya un buen tiempo caminando en otra dirección de lo que fue mi vida en algún momento, le confieso que a veces tengo el reflejo de detenerme y me detengo entonces y giro mi cuerpo para mirar hacia atrás. Nunca sé bien lo que veo. A veces me parece solo un camino polvoriento que esconde a un horizonte lejano e inmenso. Todo con un aire de haber sucedido hace mucho tiempo. Es como si estuviera en Paris – Texas. Y ahí estoy, estática, incapaz de correr hacia ese horizonte, sin intención de regresar (no sabría a donde cariño), pero le confieso que me gusta quedarme ahí durante algunos minutos mirando no se qué, recordando imágenes en diferentes versiones, como una función de una película vieja (los colores de mis recuerdos en ese lugar, carecen de contraste). Ya no existe el desespero, pero aún no me siento tan ligera como quisiera y el pasado me pesa, más el que se siente inconcluso, pero ya no soporto estas piedritas que llevo conmigo por todas partes y he comenzado a deshacerme de ellas a escondidas.

No hay comentarios.: