27.5.09

Trans Europe Express

El ni siquiera se toma la molestia de despedirse. Sale a pasear y me deja con sus demonios. Ellos me hablan en rojo, de ese rojo encendido de los semáforos y de cualquier stop de carro, pero soy yo la que ardo. El carro se mueve lento, me gusta que vaya lento…… mas abajo de la caracas con cincuenta y algo comienza a verse el mundo del que nos escapamos. Yo lo observo con morbo, pero soy incapaz de bajar la ventana. El humo nos invade, ellos se humean, yo me humeo, la ventaja de eso, es que nadie pregunta por qué los ojos aguados, por qué el aspecto gris de la calle, del rostro, del alma, con lo cual nos ahorramos preguntas con respuestas estúpidas.

Esto no es Viena. Esto no es una estación de trenes y ninguno aquí está esperando por el siguiente. Ninguno aquí sabe como irse ni para donde. Solo damos vuelta en un carro y pretendemos que hay un camino, pero es tan obsoleto este asunto de marcharnos que hasta podemos manejar con los ojos cerrados seguros que no vamos a estrellarnos, pero tampoco vamos a llegar a alguna parte.

Así que matamos el tiempo con otro tipo de cosas. Nada de filosofía (ni siquiera de la barata), no nos venimos con Hegel, no ansiamos la búsqueda de la verdad ni materialismo alguno, ninguno tampoco ha pensado en arrepentirse hasta ahora. Pero me miran y saben que tengo varios remordimientos que podría enumerar tan claramente e incluso didácticamente, que en vez de una confesión pueden parecer simplemente una instrucción. Y es que puedo tener tono de azafata si me lo propongo (una azafata de 8 años, pero azafata al fin y al cabo). Pero no, no lo hago. Me lo trago enterito y me sumerjo en más y más humo gris, tanto que ahora todo parece una película en blanco y negro (y aquel rojo que no desaparece).

Mientras uno de ellos hace zapping radial, el otro me coge la pierna y yo sonrío complaciente, escurrida en la silla de adelante. Mientras espero su siguiente jugada, se me viene a la cabeza Camilo y sus palabras favoritas (que siempre intenta meter como sea en cualquier conversación): bucólico, convexo, saudade y por supuesto, animismo. El sigue jugando con su mano en mi pierna y yo de repente, que nunca fumo, me he antojado de uno de sus cigarrillos. Lo pone en mis labios y lo enciende, dejo que se vaya consumiendo pero es poco lo que inhalo finalmente. Cierro los ojos y le abro más mis piernas. Sus movimientos no son tan torpes como la última vez, (tal vez era el otro y yo todavía no se diferenciarlos….). Yo me relajo, dejo que juegue, que se pierda entre mi falda. Mi respiración se hace más evidente ahora que el otro personaje ha encontrado un especial de Etta James y Nina Simone en la radio. Todo sigue en movimiento y aun no llegamos a ninguna parte. Y ahí estamos los tres: uno que solo mira hacia delante mientras conduce y que canta en voz baja, otro que comienza a decirme cosas sucias mientras su mano cada vez se entiende mas con mi coño, y yo, que sigo sin abrir los ojos, pero que ya no puedo pensar mas en las palabras de Camilo.

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