30 días dedicados a aquellos que se dicen o se les consideran "freaks", fenómenos, locos y desorbitados, mutantes y pequeños monstritos. (de esto hablaré en un post mas adelante).
Estos 30 días auguran cambios. Auguran con letras GIGANTES y contundentes, hasta un poco de manera indecente, porque yo no había estado muy contenta con eso. Pero bueno, hoy que ya se siente todo como cuenta regresiva, pues decidí hacerlo consciente y hacerme un poco de terapia mediante retahílas. Mi castillo / reino o imperio temporal, me lo están destruyendo literalmente. El hecho de tener un hueco en la zona de lavandería y nevera demuestra esto. Los martillazos a las 7 a.m, los rastros de ladrillos y madera acumulada a la entrada, también me hacen entender mejor esta idea. Que si, que es hora de irse, que esto se acabó. Nos despedimos y cerramos el chuzo en 15 días aproximadamente. Así que mi semana santa será amenizada por cajitas de cartón y la impresión de que aunque tengo muy poco, siempre resulto con mucha caja. Mucho reblujo (así bien paisa) y mucho mio que parece insignificante pero que ocupa mucho espacio a la hora de tener que ser confinado entre cartón. He tenido 5 trasteos en 5 años. Después de tener armado un apartamento en Medellín con casi todos los juguetes (la mayoría donaciones de lo que sobraba en la casa de los papás) y ver lo que tengo ahora, creo que todo se me ha reducido de manera extraña. Recuerdo haber tenido una nevera y hasta lavadora, un poco arcaica pero casi se puede decir que servía para su propósito y ahora no tengo ni mesita de noche. Llevo un año y un mes viviendo en este palacito y mi mesa de noche todo el tiempo fue una caja de cartón. La mesa del televisor fue algo mas sofisticado (una matera adaptada) gracias a la donación de Alvaro y Nicolas a mi cuartito. Mi apartamento en Medellín, bueno, sobretodo mi cuarto, era una saturación de mi. Un cuarto pequeño lleno de cositas. Tenía un equipo de sonido y hasta playstation. Esos tampoco existen ahora en mi vida. De ese tiempo sobreviven algunas de mis maquetas, que deben estar pudriéndose en alguna caja en la casita de la finca. El sofá negro, victíma de todos los que pasaron por ese apartamento, esta quebrado y cada vez mas aplastado. Tampoco lo tengo. Ahora yo pareciera un poco mas minimalista. Es solo parecer. Después de mi apartamento en Medellín, comencé por vivir en lugares donde todo ya estaba equipado. Me deshice de muchas cosas y otras las dejé en mi cuarto de la vereda Rio Bamba. Ahí está mi mesa de dibujo, que aun no entiendo porque no he salido de ella. Es tan vieja ya y tan desbaratada y nadie la usa. Ni siquiera tengo toda mi música ni mis libros conmigo, que son de las cosas que uno siempre debería tener a la mano. Cierro el chuzo y voy a estar volando dos meses mientras llego al nuevo lugar. Todo vuelve a empacarse y siento el alivio de no tener una nevera conmigo. Es extraño, me siento un poco desprovista, pero siento que cada vez todo se ha ido perdiendo también porque yo me he ido desapegando de ciertas cosas. Renuncié a mi olla de arroz por conflictiva y a mi sanduchera porque ya estaba muy punkera y creo que es malo comer sanduches con pedacitos de teflón. Pero no todo ha sido renuncia y pérdidas. Tengo cosas que antes no tenía. Tengo una hermosa obra de arte (que no tengo todavía en mis manos curiosamente) pero es MIA y que ya me dije que apenas estuviera en mi nuevo hogar iba a colgar sobre mi cama. Sigo teniendo una cama pequeña, pero leáse bien, tengo un buen colchón. El cual yo compré solita. Eso demuestra un poco de vejez. Pero es que mi colchón de mi vida universitaria creo que ni merece ese nombre. Misera colchoneta de espuma color rosada. Este que tengo ahora, semi ortopédico y todo. Una camita pequeña, pero eso si, muy confortable. Creo que es lo mas costoso de mi cuarto, excepto por el computador, donación de mi queridísimo hermano. Y creo que finalmente soy un poco así, armada a pedacitos, con donaciones y remiendos y uno que otro regalito de mi misma. Pero ya.
Igual debo confesar que he estado melancólica, que dejar mi palacito me da esa sensación. No me gusta tanto esa sensación de armar y desarmar y rearmar. Para mi, estaría bien un poco de calma y estabilidad. No estar cambiando de casa cada año o incluso menos. Esparciendo mas todo y no terminando de desempacar algunas cosas. Voy a extrañar a los chicos y sus personalidades tan distintas. Voy a extrañar los dardos y las plantas y los jugos de naranja matutinos y gratuitos y los conceptos ecológicos y sus angustias. Pero el castillo se está cayendo y aquí no podemos quedarnos. Y tratar de sostener mas allá de eso, cuesta demasiado y ni siquiera así se obtienen resultados.
Sopla el viento del este y yo debería confiar en él. Finalmente por mas que parezca no estoy en el mismo lugar.